Al poco tiempo de operarme, llegó el turno de los rayos. Y como vivo en un pueblo, no me quedó más remedio que viajar todos los días a la ciudad más cercana, para recibir el tratamiento.
Como buena chica de pueblo, cada ida a la ciudad para mí es todo un “acontecimiento”, así que me maquillaba y me vestía como para un evento… aunque el motivo del viaje distara mucho de ser “una fiesta”.
A los pocos días de empezar con los rayos, estaba en la sala de espera y apareció el Jefe de la Clínica. Cuando iba pasando al lado mío, frenó en seco, me miró de de arriba a abajo y me preguntó:
– …y vos cómo estás?
-Así como me ve: DI-VI-NA!, respondí bromeando 💁🏼♀️
– Ah, sí?…Y cuántas sesiones llevás? -preguntó con gesto serio 🤔
-Creo que 5 – dije sonriendo
Lo que pasó a continuación es algo que hasta el día de hoy me causa indignación 😡
El doctor se sonrió con sarcasmo y me dijo:
«Te quiero ver cuando lleves 20 sesiones».
Se dio la media vuelta y me dejó hecha un bollito (con el optimismo por el piso) 💔
Mi mamá -que presenció perpleja toda la escena- no atinó a decir nada.
Dándole un golpecito en la manos le dije:
“Tranquila, ma! Este tipo, de ahora en más, verá una mujer cada vez más fuerte, más entera y más hermosa”.
Así fue como durante los dos meses y medio que duró el tratamiento, me esforcé por llegar a la Clínica, cada día más espléndida que el anterior 💃
Y en más de una oportunidad lo sorprendí al doctor dándose vuelta para mirarme con una mezcla de incredulidad y admiración
Así que amiga, mi mensaje es el siguiente: los rayos no duelen, los rayos son inofensivos, los rayos te curan. Parece que van a durar una eternidad, pero pasan volando. Así que ponete linda, andá, hacelos y a la salida comprate un helado de premio (como hacía yo) 😜🍦
Y lo más importante: no dejes que nadie te robe el optimismo y la alegría de vivir (ni siquiera el dueño de la Clínica) 😉❤